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Wilckens; Kurt Gustav

Kurt Wilckens nació en Brad Bramstedt, Alemania, el 3 de noviembre de 1886. Según las investigaciones realizadas por Osvaldo Bayer, en 1910 viajó a los Estados Unidos, donde se conectó con grupos anarquistas con los que, en 1916, participó de la huelga general de mineros en Arizona. Fue detenido y deportado a Columbus (Nuevo México), a un campo de confinamiento. Como intentó fugarse, fue recluido en el campo de prisioneros alemanes de Fort Douglas. Sin embargo, el 4 de diciembre logró escapar. En 1919 fue apresado por la policía y expulsado de los Estados Unidos hacia Alemania. Luego de un breve pasaje por su país natal, viajó a la Argentina en septiembre de 1920. Recorrió el sur del país y, ya en Buenos Aires, se conectó con los anarquistas locales. Como corresponsal de dos periódicos alemanes anarquistas, Alarm de Hamburgo y Der Syndicalist de Berlín, tomó conocimiento de las matanzas de la Patagonia, y el 25 de enero de 1923 vengó esas muertes con el atentado contra el teniente coronel Héctor B. Varela, responsable del fusilamiento de los peones en Santa Cruz, a finales de 1921. Luego de arrojarle una bomba de mano, le disparó con un revólver, pero las esquirlas lo hirieron en una pierna. Rodeado por la policía, se entregó pacíficamente. Fue detenido e incomunicado hasta el 2 de febrero. Ese mismo día, los periodistas de Crítica lo entrevistaron en la Penitenciaría Nacional.

La entrevista fue publicada bajo el título “Ayer inmediatamente después de habérsele levantado la incomunicación, nuestro repórter conversó veinte minutos con Wilckens. De los distintos careos, se deduce que Wilckens no tiene cómplices, como lo afirmó Crítica desde el primer momento”. Cuatro meses después, el 15 de junio de 1923, Kurt Wilckens fue fríamente asesinado en la cárcel de Caseros por Jorge Ernesto Millán Temperley, miembro de la Liga Patriótica Argentina y ex sargento de la policía de Santa Cruz. Ante la noticia, la FORA declaró un paro general, al que adhirieron la USA y otros gremios. Al día siguiente, Kurt Wilckens fue sepultado por la policía en medio de grandes incidentes y la ciudad se paralizó hasta el 21 de junio. Crítica denunció el brutal asesinato y fue acusado por apología del crimen: su local fue allanado por orden judicial, se clausuró el archivo y fueron detenidos varios periodistas. Dos años después, el 9 de noviembre de 1925, en el Hospicio de las Mercedes, Millán Temperley murió después de una agresión producida por otro interno, Esteban Lucich, que actuó siguiendo las directivas del anarquista ruso Boris Wladimirovich.
Fuente: Kurt Gustav Wilckens
En Crítica de 1923 (no el de Lanata) citado más abajo, puede leerse:

Durante varios días asistimos a la Penitenciaría Nacional para poder conversar con Kurt Wilckens, autor convicto y confeso del atentado al teniente coronel Héctor B. Varela.
El código de procedimientos en lo criminal y correccional autoriza al juez a una incomunicación de cinco días, debiendo después de cumplido este plazo agregar a los autos un nuevo decreto prorrogando esa incomunicación, siempre que así lo creyera conveniente; sin embargo, en el caso de Wilckens el juez Malbrán no procedió como estaba legislado y en una forma dictatorial, violentó disposiciones terminantes.
De más está decir que existen numerosos letrados que de buena gana defenderían a Wilckens.
Cuando en un hecho interviene un “niño bien”, sea judío o cristiano, se oculta hasta el nombre. ¡Aunque haya tirado a un chauffeur al agua!

Visiblemente interesado en conocer las opiniones que se han vertido acerca del hecho, quiere saber en qué forma se ha manifestado la opinión.
Le respondemos que él no puede ignorar que los comentarios debieron ser diversos, según los ambientes, y él aclara el punto con la siguiente reflexión:
–Es natural. Los militares y la burguesía no pueden justificar mi actitud, pero como la verdadera opinión pública es la del pueblo, estoy seguro de que esa opinión está a mi favor... Yo he procedido en nombre de un ideal de humanidad, de un ideal grande y puro por el cual acepto gustoso el sacrificio.

Textos relacionados:
Crítica, 3 de febrero de 1923
Sangrientas huelgas patagónicas
Bayer; Osvaldo
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